Niño de la verdad,
te quedás esperando
que te digan el modo
en que hay que hacer las cosas.
Las palabras bien dichas
--¡su autoridad!-- te pueden
y te atás a espejismos
que a veces duran décadas.
Siempre tienen razón
los otros y se imponen
a tu imberbe temer
no ser aún adulto.
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